Esta semana pasada, tuve el placer de visitar el taller de Alfredo Arranz El Color de la Seda. Un artista al que admiro desde hace años por su dominio, (entre otras cosas) con los colores en la seda, convirtiendo cada pieza, en un delicioso lienzo que lucir una noche coctel.
Las piezas sobre las que hemos intervenido artísticamente tanto Alfredo como yo, son la suma de dos miradas diferentes, dos puntos de vista en el que el resultado deja de ser el que llevábamos en la cabeza para ser pate de un conjunto.
Tintas de colores y garabatos.
Garabatos con tintas de color.
Las telas que hicimos en colaboración, serán fotografiadas en breve, pero esta que veis, inspirada por sus consejos y técnicas del maestro, es el resultado de un proceso largo e íntimo entre el tejido y mi emoción; a solas en su taller, observaba cómo variaba imprevisiblemente el escenario sobre el que iban a actuar mis manos, y conforme pasaban las horas, hipnotizada, admiraba atentamente como corrían las tintas por la suave y brillante seda.
Tuve momentos de asombro. Veía como el color formaba lagunas rojas y densas islas en las que me parecía ver algo de vida y espacios vacíos donde cabría algunos de mis pájaros. Después venían los garabatos, hechos a mano alzada y sin previo boceto, se movían por los bordes de los rojos, acercándose cada vez más, a la idea que tenía como resultado final de la pieza.
Un pañuelo de seda con el que acariciar mi cuello.
Fue una mañana mágica en la que hice un retrato al universo.
Gracias Alfredo por esos días de convivencia en el que la creatividad, era el centro de toda intención y el compartir técnicas, fue crucial para crecer con una sonrisa de oreja a oreja.
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